EL SECRETO DEL ÉXITO

Creo que nos pasa a todos, al menos eso pienso, cuando llegamos a cierta edad (llegando a viejos) que hacemos muchos repasos a nuestra vida y de fe darán muchos amigos y conocidos porque no paramos de relatar nuestras vicisitudes a todo dios que se preste a ello. Una de estas tales no la he relatado nunca y hoy voy a ponerme a ello.

                En primer lugar quiero aleccionar a los más jóvenes casados para que aprendan dos breves frases que deben empezar a practicar: “Si cariño” y “Lo que tu quieras”. Sin ellas la relación de pareja puede que provoquen tensiones o morritos que pueden durar casi una semana, amén de los reproches constantes. Las practico bastante desde hace mucho, mucho tiempo y no me ha ido mal gracias a que mi pareja siempre ha estado dispuesta a enseñarme pacientemente, orientándome para no caer en estos errores que en múltiples ocasiones se pueden producir. Ejemplos:

-Cariño –dice ella-, ¿puedes venir un momento?

-¡Voy!- dices presto levantándote de tu sillón como si tuvieras un muelle entre el sillón y tu culo- ¿Qué quieres mi amor?

-Trae la escalera y descuélgame las cortinas-. Me dice con una radiante sonrisa.

Este es un ejemplo de otros muchos que se producen a diario y en los que se debe usar una de las frases mágicas (vale cualquiera de las dos porque son polivalentes). Así se desgranan los días del calendario con ocasiones parecidas a ésta. Y van cayendo los granos de los años y nos vamos, los hombres, educando debidamente. Ahora mismo se acaba de producir otro episodio que ha interrumpido mi relato:

-Nene (que soy yo), ayúdame a hacer la cama.

Si cariño voy para allá. Y el …’para allá’, se ha oído cuando ya estaba junto a la cama para proceder.

Para que se vea que bien educado estoy, pero que no se crea que no ha costado su tiempo. Luego como vas progresando en tu aprendizaje no hace falta que te pida ayuda, sino que, por ejemplo dice: “Tienes que ir al banco a sacar dinero, al paso compras 2 barras de pan y ya que estás en la calle, mira a ver si mi vestido ya está listo y cuando vuelvas pásate a comprar una bombilla que se ha fundido la de la lámpara. Y recoges mis zapatos que estarán listos,  si no, que los tenga para esta tarde que me hacen falta”. Y a todo ello responderás el consabido “Lo que tu quieras”.  

Otro día te encontrarás al salir del baño, la mopa apoyada en la pared; ya está dicho lo que ella quiere. Otro más, me encuentro con el plumero y la bayeta del polvo allí sobre una silla esperando la mano caritativa que los rescate de ese abandono. En estas situaciones no hace falta sugerir lo que ella pretende y yo he de hacer, sin rechistar, eso también. Por otro lado mencionaré que el adiestramiento no para nunca porque ayer, sin ir más lejos, consiguió enseñarme por fin como poner la lavadora. Me falta la secadora, pero no tardará en ponerme al día porque se aproxima el invierno. Ya se ve claramente como se preocupa por mí.

Me suelo levantar casi siempre –hay excepciones en la regla- 1 hora antes que ella, así que después del aseo personal, abro todas las ventanas de la casa por eso de la ventilación, operación que se lleva a cabo en todas las épocas del año. Luego preparo el desayuno de ambos y la tostada de ella, friego mi vaso y alguno más si quedó de los cafés de la noche anterior. Los seco y pongo en su sitio. Miro lo que hay que preparar para la comida (si se ha hablado la noche anterior) y me remango para la faena. Que no falte ingrediente alguno y si hay que hacer sofrito, a picar y proceder.

Después de cerradas las ventanas (ya ha pasado 1 hora) me meto en mi guarida –mi habitación exclusiva- enciendo a la vez el ordenador y el pitillo de la mañana. En este momento ella abre la puerta y me dice: “Buenos días cariño” al mismo tiempo que me besa cariñosamente. ¡Es que es un primor, como no la voy a querer!-¡¿Ya estás fumando?! Pues ya solo te quedan 2 cigarros para todo el día.

-¡Mujer, que hoy es San Serapión y quiero celebrarlo!

-¡Tu siempre tienes una excusa para fumarte un cigarrillo más. De eso nada!

Y es que me cuida como un ángel. Ya a la hora de comer preparo la mesa y la comida, elaborada por mí, está dispuesta para servir pero antes prepara o preparo el vermut y un ligero aperitivo. Posteriormente ella friega los cacharros utilizados y yo los voy secando y ordenando cada uno en su sitio. Llegada la hora de la cena, el proceso se repite de nuevo y se da por concluido el día laboral.

                Por todo lo dicho, queda claro que la colaboración mutua tiene resultados magníficos, y siempre teniendo en cuenta la utilización de las dos frases esenciales que no se pueden olvidar. Doy por concluido el relato porque me tengo que poner a hacer la cena.

En Requena a 11 de diciembre de 2023

PD: Aunque parezca esta cuchufleta una exageración, no lo es, porque aún se ha quedado corta como muchos sabrán. Es la vida real. Las otras son las que se hablan en los bares.