MI VIDA EN UNOS PÁRRAFOS

Me llamo Pepe y nací un frío día de diciembre en Alcázar de San Juan (CR), ciudad con una estación de  muchas vías que salían para todos los puntos cardinales por lo que los viajeros procedentes del Norte y querían ir para el Este debían cambiar de tren y sus largas esperas en la Cantina. Pero esto solamente es un pequeño introito. Cuando nací, en pelotas, aparecí por aquel túnel embadurnado de cacuza y sangre – pero no mía- berreando como un poseso; el médico, enseguida, dijo que parecía un bebé muy sano aunque parecía un poco cabroncete pues, según me contaron cuando desarrollé entendederas, resulta que me agarré a las orejas del galeno y me puse a chuparle la nariz, al parecer porque tenía hambre, cosa nada extraña porque siempre fui un niño muy comilón.

En el pueblo se corrió la voz del alumbramiento y todo el mundo quería opinar sobre mí diciendo:

-Ha pesado casi 4 kilos y le llamarán Pepe –los unos-.

Otros comentaban “Si, Pepito el de la guitarra”.  Sin embargo, no sabía tocar aún la guitarra; ni ahora tampoco.

-Este niño, por las pintas, será Zumba Solo, ¡ya veréis!-Decían los más adivinadores del porvenir.

Bueno y por no alargar, fui creciendo poco a poco (a mí me costó años crecer) y  llegó el día de ir a la escuela; en el primer intento, en Minateda (AB), duré 1 día y me volví a la estación del tren que era donde vivíamos. Al verme entrar mi madre preguntó: “¿Qué te ha pasado hijo mío? (Yo era hijo  de mi madre). Le contesté que yo no quería ir a la escuela porque los chicos eran muy cabezones, (por tamaño de la albóndiga). Hubieron varios intentos, pero infructuosos. Al no demasiado tiempo, mi padre fue trasladado a un pueblo de Toledo que se llama La Villa de Don Fadrique (TO); tenía unos 7 años (yo. Mi padre era más mayor) y aquí empecé mi periplo por el aprendizaje. Por cierto, en las aulas no encontré ningún cabezón, por lo que me adapté fácilmente. Pasé a ser Zumba Solo allá por el MCMLXXVI (si alguien leyera esto que me diga que año le sale de los números romanos para ver si coincidimos) más o menos y ya con bigote y buen peso. Pero hasta llegar aquí tuve un periodo en el que era Pepito Perdiguero y los chicos me cantaban aquello de:

Pepito Perdiguero

El de la gloria española

El primero de la escuela

Empezando por la cola

Qué cosas pasan por la vida. Y así yendo de aquí  para allá, casi siempre más para allá que para acá, acabé viviendo en Requena (CU y V) y menos mal que fue en Requena porque si acabo en Utiel ahora sería yo el ‘cabezón’. Sin embargo soy un ‘vinagre’ más.Otra cosita (y no me voy a la Mutua), mi segundo nombre (Zumba Solo) se consolidó a mitad de la década de MCMXC, cuando Windows apareció y algunos nos agarramos a internet como si fuera un salvavidas. Me apunté a un montón de páginas y así hasta derivar en las redes sociales empezando a probar algún blog y junto con el ‘Caralibro’ terminó el bautismo. Y hasta hoy.

En las Flores a 2 de febrero de MMXXIII

LOS DIMINUTIVOS Y OTRAS COSITAS

Soy un maniático compulsivo cuando escucho una retahíla de diminutivos en los que me pierdo en divagaciones. Pienso que los que usan esta forma de expresión y dependiendo de qué se habla, parece como si estuvieran pecando y usando los diminutivos pareciera que son menos pecados. Incluso si nadie los viera como pecaditos. Por aclarar estas jerigonzas y no perdernos en jardines laberínticos, vamos a los ejemplos.

Aquellas personas que dicen que van a: “…la playita, tomaremos una cervecita y comeremos una paellita y unos vinitos y después volveremos a casa a disfrutar de una siestecita…”. Ahí queda eso y una buena ración de cursilería. Y lo que de verdad ocurrió es que fueron a la playa de Xeraco (más de 7 kms de playa), se tomaron cuatro o cinco tercios de cerveza bien fresca cada uno, pidieron una paella para 10 personas –eran dos matrimonios-, se bebieron 2 botellas de vino tinto «reserva del 2015’ D.O. Utiel-Requena» y disfrutaron de una siesta de cama, pijama y orinal –como contaba aquel- de la que despertaron a las 21 horas con algo de resaca. Y dispuestos para una cenita en una terracita al fresquito.

Va de cine. Otras cosas que me producen asombro es lo que sigue: Sobre todo en las pelis de EE.UU. en las cabañas que se encuentran en el bosque, en las cimas de montañas por allá donde Cristo perdió el mechero y a las que acuden gente –protagonistas o no- y que cuando llegan le dan al interruptor de la luz y…¡voilà y la luz se hizo! Como es de suponer, los yanquis llevan la luz –los tendidos eléctricos- a la puerta de su casa, esté donde esté –como si fueran de Bilbao-  aunque cueste millones de $. ¿Qué pasa? Aquí miserias las justas. Nunca se ve al tío que va a arrancar el generador de gasolina. Y no quiero hablar de esas instalaciones subterráneas en zonas poco o nada habitadas que cuando llegan los “buenos” (por poner a alguien que llega), abren con dificultad la puerta metálica, entran quitando telarañas por doquier y le dan al primer interruptor que encuentran ‘casualmente’ y… ¡otro voilà y tal y tal! Y yo si quisiera llevar la luz hasta mi terreno desde la línea que pasa a 1 km me costaría… un ojo de la cara + un riñón. Así que si quieres tener una casa con luz eléctrica en medio de ninguna parte, cómpratela en EE.UU.

Siguiendo en el cine se me ocurre mentar a estos protagonistas que resultan heridos en alguna escena y al día siguiente ya están curados y en acción. Y otras escenas: Imaginemos chico y chica parapetados tras una tapia y recibiendo una lluvia de balas de un enemigo armado con una ametralladora y que mientras aguantan el chaparrón se declaran su amor y se besan –como si tuvieran una ardiente necesidad – tiernamente. Para besos estaríamos algunos, y como poco, pidiendo tregua para ir al baño.

Otra cosa que en cine suena mucho –de hacer ruido, sonar- es el  momento de cargar el arma accionando la corredera para que el cartucho se deposite en la recámara listo para apretar el gatillo, tanto en la pistola como en la escopeta de corredera del 12. Los espectadores nos frotamos las manos pensando: “empieza la acción”. Pero los yanquis y sobre todo los directores de cine (que lo harán aposta, no sé) quieren impresionarnos más, y como necesitan que suene otro clic clac dejan que los guerreros, soldados, o lo que sean, cuando se aproximan al objetivo, vuelven a accionar la corredera. ¡¡¡Nooooo, gilipichi que ya lo habías hecho antes!!! Ahora acabas de expulsar el primer cartucho para que el nuevo entre en la recámara, ¡tonto el haba! Acabas de perder parte de tu munición, so melón.

Y ya me estoy cansando, pero escribo la última de cine: Una escena que protagoniza el malo: El Malo, armado con un revolver como los que saca Clint Eastwood en sus pelis, apunta al Bueno avisándole de que lo va a matar para terminar de una vez. Aquí se inicia una conversación en la que uno y otro hacen preguntas que van esclareciendo como ha sido la trama de la peli. Y se pegan unos minutos de cháchara de acusaciones cruzadas hasta que el Bueno, se desata de la silla a la que estaba atado –si es que lo estaba en la escena- o coge el atizador de la chimenea para atizar al Malo y desarmarlo. O quizá otras variantes de escenas de las de “te voy a matar” que luego terminan en que el que muere es el Malo. Pues claro, como debe ser. Pero mi argumento sería que le dijera el Malo al Bueno, en tal situación de premuerte: “No te voy a explicar nada de nada porque te voy a liquidar ya” (incluso no usaría tanta frase). Y ¡Pum, pum! En la cabeza. Luego le pondría la pistola en la mano y una nota de suicidio reconociendo el hecho. Y The End. Y a hacer puñetas. Pero este final dejaría a los inocentes espectadores con un muy mal sabor de boca.

Le dije que se trajera la pistola para mostrar a la concurrencia, pero se le ha olvidado. Será la edad.

Las Flores a 1 de febrero de MMXXIII