ZUMBA: CONSULTORIO SENTIMENTAL “SOY TODO OIDOS”.

 

Esta historia narra lo acontecido a Solo y su esposa y como consecuencia a su otro yo Zumba, en la víspera y cumpleaños a celebrar en ‘Aldea Turística el Cañar’ el 18 y 19.12.2021”

-Buenas, ¿está usted activado?

-Sí señor, por aquí me ando. ¿Dígame en qué puedo ayudarle… señor…?

-Puede llamarme Solo.

-Ah, vale, yo estoy solo así que no se preocupe pero, ¿cómo se llama, señor?

-Soy Solo. Solo es mi nombre. La S con mayúscula. ¿Lo entiende?

-¡Vaya! Ya está claro señor Solo. Dígame en que puedo ayudarle.

-Pues querría contarle la aventura que hemos tenido mi esposa y yo este fin de semana

con motivo de mi aniversario y que habíamos pensado celebrar en un lugar apacible, discreto, relajante, en el monte, entre pinos y bien comidos.

-¿Dónde está ese lugar tan especial? Dígame.

-Está en la provincia de Albacete, al sur, cerca de la divisoria con Murcia… Se llama “Camping y Casas Rurales El Cañar” y en el que tuvimos oportunidad de pasar unos días hace ya muchos años.

-Siga, siga, por favor.

-Pues verá: Alquilamos en ese lugar una casa con intención de llegar el sábado 18 de diciembre y la salida la teníamos prevista para el lunes 20. Así fue como arribamos a la localidad de Socovos (AB) el citado 18 sobre las 12:00h. Tomamos café en una cafetería y mi esposa quiso comprar unos pasteles para celebrar mi cumpleaños mañana en nuestro alojamiento previsto.

-Perdone, ¿por qué previsto?

-Paciencia Sr. Zumba que ya llegaré al meollo de la cuestión. Como decía, andábamos en busca de pasteles, que encontramos en una cercana panadería y que nos entraron por los ojos todos los dulces que manufacturaba la señora Lola (que así se llama la dueña del negocio). Tanto es así que le hicimos un encargo de unas docenas de dulces variados con objeto de recogerlos el lunes día 20 cuando partiríamos del alojamiento de El Cañar. Acordado el trato, salimos para nuestro definitivo destino, después de escuchar las indicaciones de cómo llegar.

-Bueno señor Solo, hasta aquí esto pinta dulce, perdón, quise decir bien. Así que, vaya abreviando en lo posible.

-No, no, eso nunca. Me gusta explicar con sumo detalle todo lo acontecido para que se ponga usted en mi lugar y pueda consolarme de la mejor manera que sepa.

-¡Ea! Pues soy todo oídos. Pero perdóneme unos minutos que tengo una necesidad fisiológica.

-¡Vaya  dónde quiera que vaya que yo espero pacientemente!

Y así transcurrieron unos densos y pesados minutos, posiblemente más de 30. En la lejanía se oían trastear cubiertos sobre platos y eructos sonoros,  lo que parecía indicar que alguien podría estar comiendo.

Bueno ya estoy aquí señor Zumba. ¿Usted también mantiene la línea abierta?

-Sí, claro, aquí permanezco esperando su perorata. Señor Solo, proceda usted si ya está dispuesto.

-Pasadas las 12:30h abandonamos Socovos en dirección a El Cañar. La ruta de algo más de 10 kms  transcurre por carretera estrecha, sin marcas en el asfalto y algo bacheada, lo que motiva reducir la velocidad y llegamos a un Camping –cuya existencia mi esposa y yo ignorábamos- con el mismo nombre de “El Cañar”, aunque su aspecto es bastante desilusionante. Opto por dar la vuelta pensando que me he equivocado y de momento pienso que sería mejor entrar y preguntar por las casitas rurales, así que doy la vuelta y entro despacito mirando para todas partes por si reconociera algo. Y a los doscientos metros de recorrido entre  algo parecido a tiendas de campaña, encontramos el edificio del restaurante y enfrente… ¡la casita que ocupamos hace tanto tiempo! Parece que hemos llegado a buen puerto. Entramos y después de los saludos protocolarios efectuamos el registro (ahora se llama check in) y el pago de la estancia y nos acompañan para tomar posesión de la casa. Y la primera decepción salta a la vista o quita la vista, me explico: Justo delante de la puerta y a menos de 2 m hay una fila de palés de canto y una lona azul que constituyen la parte trasera de una chabola. ¡¡¡Sorprendente!!!  La casa consta de 3 dormitorios, salón y cocina en el mismo espacio y muy bien montado todo. Hay radiadores encendidos en todas las habitaciones y en el salón hay una estufa de pellet en marcha y suficiente cantidad de combustible para los días que permaneceremos alojados. Dejamos el equipaje y nos dirigimos al restaurante, pues se aproxima la hora del almuerzo y rugen los estómagos. El encargado y gerente del restaurante nos presenta a un señor que acaba de llegar y que está interesado por conocernos.

-¡Vaya señor Solo! Parece ser que usted es un personaje de cierta fama y prestigio, ¿no es así?

-Pues no señor Zumba, no es así. Se trata del hermano de la gerente del Camping y las casas rurales que ha sido encargado por aquella para interesarse por cómo había ido el viaje y si estábamos contentos con el alojamiento. Nosotros en principio no hemos querido decir que no esperábamos presenciar este espectáculo de chabolas, no tiendas de campaña, por todos los sitios. Así que la cosa queda ahí. Y nos sentamos a comer. El menú solicitado ha estado muy bien y la atención de la familia encargada del restaurante ha sido estupenda.

-Por cierto, ¿podría saber en qué consistía la comida?

-¡Claro, no faltaría más! Se trató de entrecot con guarnición de patatas y verduras. Todo a la brasa. Y sigo con el relato. Terminada la comida y los cafés nos vamos a la casa para desarmar equipaje y descansar un rato. Esta era la intención, pero lo que aconteció fue muy distinto. Al llegar a la casita, la temperatura no había subido mucho (a 12º C) y hacía buena rasca en el comedor.  La estufa de pellet languidecía poco a poco y terminó por apagarse, algo que por lo visto estaba previsto, dado que en las instrucciones que nos dieron se preveía tal circunstancia. La encendimos y se volvió a apagar. Y así durante más de un par de horas. De manera que acudimos al restaurante para pedir ayuda que nos fue prestada al rato –largo- presentándose el encargado con un aspirador con el que extrajo las cenizas de la estufa y la volvió a poner en marcha. Todo bien pero sólo un ratito. La estufa muere paulatinamente sin decir ni pío. Ya era más de las 17:30h. Volvemos a llamar al encargado que se presenta en seguida con su aspirador, pero nos dice que nos va a reubicar en otra casita para evitar estos incidentes. Así que lo seguimos hasta otra zona más despejada de chabolas y nos instalamos en la nueva casita. Nos enciende la estufa y todos tan contentos. Pero, la rebelión de las estufas acaba de comenzar; ésta tampoco funciona y no hay manera de volver a encenderla. El nivel de indignación sigue subiendo así que decidimos marcharnos aunque nos cueste perder  el pago ya efectuado. Cargamos el coche con nuestras pertenencias y nos dirigimos al restaurante. Llueve constantemente y empieza a caer la niebla. Son las 19:00h. En el restaurante no hay nadie, sólo hay un cartel que indica que a las 20:00h abrirán de nuevo. Los teléfonos no tienen cobertura, estamos desamparados, metidos en el coche.

-¡Bueno, bueno y bueno! Respire un poco señor Solo que solos y desamparados ya les veo. ¿Ahora qué? ¿Dónde se alojarán? Siga, por favor, ilústreme.

-¿Le parece señor Zumba que nos tomemos un receso? Tengo la boca seca.

-Claro, claro. Por cierto, creo que en adelante nos podíamos tutear puesto que nuestra relación se va estrechando cada vez más.

-No faltaría más, así será más fluida la conversación.

 

El tiempo transcurrió despacio, muy despacio, como siempre que se espera.

 

Pasadas las 19:30h aparece el encargado del restaurante que nos ve en el coche metidos y le comentamos que hemos decidido marcharnos dadas las circunstancias y los inconvenientes con los que nos hemos encontrado. No queremos enfadarnos con nadie y manifestamos que estamos  dispuestos a perder el importe abonado por nuestra estancia, a lo que el señor nos comenta que de eso nada, que ahora mismo nos devuelve dicho importe. Y así lo hace, disculpándose por lo ocurrido, aunque, reconocemos que él no tiene la culpa de nada. Nos despedimos y marchamos.

Volvimos a Socovos –continúa relatando Solo- en medio de una intensa lluvia y la niebla que aparece y desaparece en tramos de la carretera. Vamos a la panadería en la que hicimos el encargo de dulces al objeto de que nos orientase la señora Lola para hospedarnos en algún hotel si lo hubiera en el pueblo. Efectivamente hay uno, el Hotel Rte. Los Franceses. Después de explicar nuestra odisea la señora Lola se brinda muy cortés a llamar al hotel para reservarnos habitación, pero los resultados son negativos, está completo. ¿Dónde habrá otro hotel? Hay otro en Tazona, pero Lola no tiene el teléfono e intenta averiguarlo pero sin éxito. Como esta localidad está a unos 8 kms, decidimos acercarnos ya que el tiempo va pasando y se nos hace muy tarde. Llegados a Tazona encontramos un bar con varios hombres fumando en la puerta y nos acercamos a preguntar por el hotel e inmediatamente se brinda uno de ellos a llevarnos; recoge su coche y nosotros lo seguimos. Para en una calle y nos dice que es la casa del dueño del hotel y que le preguntará por la disponibilidad de alojamiento. Sale un señor y el ‘voluntario’ hace la gestión y el dueño le comenta que el hotel está cerrado, pero que si encontramos sitio será en Calasparra, ciudad de la provincia de Murcia que se encuentra a 23 kms. Como no tenemos otra opción, iniciamos la ruta hasta Calasparra a la que llegamos en media hora más o menos. Aquí preguntamos a unos chavales y nos orientan hacia el hotel Primavera, pero nos hemos quedado cortos una calle y encontramos un restaurante en el que preguntamos por el hotel. Siguiendo instrucciones del dueño localizamos el hotel y reservamos habitación; todo resuelto y ahora a cenar al restaurante en el que preguntamos antes ya que nos ha gustado bastante. Se llama “La Pitrasica” y además de ser moderno, limpio y atractivo, la cena ha sido estupenda. Por fin algo empieza a salir bien.

-Efectivamente, Solo, parece que se empieza a allanar el camino. Ahora podrás celebrar felizmente mañana tu cumpleaños.

-Si, Zumba, eso parece por fin, pero aún queda más historia. Ahora paso a relatar lo que aconteció en lo que queda de día y al siguiente. La noche en el “hotel Primavera” fue excelente; se trata de un hotel familiar, bonito y muy acogedor. La habitación, discreta pero muy coqueta y sobre todo calentita. M. A., mi esposa ha llamado a la señora Lola de Socovos (tal como había prometido hacer) para informar de que teníamos habitación en un hotel de Calasparra y que todo se había dado muy bien.  Al día siguiente nos levantamos sobre las 08:00h y una vez dispuestos para marchar, accedemos al comedor para reponer energías y otras cosas. Una de las otras cosas es que el dueño nos insta a probar el bizcocho casero que hacen y que yo no puedo despreciar. ¡Estupendo!

Mi esposa y yo comentamos  si deberíamos volver a Socovos a recoger el pedido de dulces que habíamos reservado o sería mejor iniciar la vuelta a casa y comer por el camino, ya que por aquí hay menos kilómetros. Después de meditarlo, creemos que, dado que la señora Lola se ha preocupado tanto por nosotros, deberíamos volver a recoger el pedido –la panadera nos dijo que no nos preocupáramos si no volvíamos-, así que nos vamos de vuelta a Socovos.

-Yo hubiese hecho lo mismo, Solo y luego volvería por donde había venido. Pero cuenta, cuenta.

-Serían las 09:00h bien pasadas cuando salimos de Calasparra dirección Socovos. El día está despejado y la temperatura es templada y faltaría algo menos de 5 kms para llegar a Tazona, en una curva sin dificultad aparente, el coche patina y se pone de lado. Este primer coletazo lo soluciono corrigiendo la trayectoria, pero me vuelve a hacer un quiebro en sentido contrario y nos ponemos de espaldas a la dirección de nuestra marcha y a partir de aquí la cosa se complica y yo no puedo controlar la marcha. Freno poco a poco pero ni caso, nos vamos al carril contrario de la carretera, de espaldas y contra el talud que nos espera con sonrisa siniestra. Y el golpe de culo es inevitable, a la vez que nos quedamos encaramados en dicho talud totalmente fuera de la carretera, del arcén y de la especie de reguero que se hace de cemento al borde de las carreteras para que se evacúe el agua. Y una rueda levantada. M. Ángeles llorando nerviosa sin consuelo por el susto, pide ayuda a un coche que pasa al minuto del accidente y para al ver el panorama. Se trata de un matrimonio rumano de unos 45 años que se brinda a intentar sacar el coche de la posición e inclinación que presenta apoyando las dos ruedas delanteras en el aliviadero de las aguas. Les proponemos que se suban detrás levantando el portón para procurar que la rueda trasera izquierda que quedó levantada, apoye en el talud, lo que se consigue de inmediato. Una vez asentado el coche y el matrimonio encaramado detrás,  me subo, arranco, pongo la tracción 4×4 y suavemente desciende el coche sin ninguna dificultad. Revisión de daños: La cola derecha del escape se ha descolgado y el paragolpes tiene una abolladura en el mismo lado. Las ruedas están bien y las llantas también. Repartimos agradecimientos al matrimonio que nos socorre y ellos siguen su camino. En menos de un par de minutos para otro coche a nuestro lado con un joven al volante y que se interesa por lo que ha pasado al ver la cantidad de trastos que hay en el terraplén y plásticos de coche, botellas, trapos, etc. y le comentamos que esos restos no son nuestros, que todo ha sido más leve y el coche funciona correctamente. Nos comenta que en esta carretera y en los días de niebla sobre todo, es raro no encontrar dos o tres accidentes cada semana, pues la niebla, al amanecer, se congela en el asfalto y aunque no se puede apreciar a simple vista puede provocar los accidentes. Bueno, pues nos aclara las circunstancias de nuestro patinazo y que, a mí, me había dejado un poco mosca.

-¡Vaya susto, compañero! Menos mal que todo ha quedado en poca cosa, amén del susto, claro!

-Desde luego Zumba, pero el susto y sobre todo para M. Ángeles fue morrocotudo. Ya más tranquilos, seguimos camino para Socovos para recoger nuestros dulces encargados y relatando a la señora Lola los últimos acontecimientos lamentando  muy compungida el accidente y dando gracias a Dios porque no hubiera que lamentar ningún daño importante manifestándonos que dos familiares de ella, por las mismas circunstancias, también habían tenido sendos accidentes en la misma carretera.

Nos despedimos de Lola y familia con besos y abrazos e iniciamos la vuelta para casa por la ruta que llegamos a Socovos ayer.

-Entonces, Solo, ya no quedaron ganas de celebración del cumpleaños ni de soplar velas, ¿no es así?

-Efectivamente Zumba, nos volvimos ya mucho más tranquilos en dirección Hellín y pensamos que sería un buen lugar para comer hacer una parada en Higueruela, localidad en la que pasamos el año pasado unos días y que la comida era muy buena. Pero al llegar, vimos que La Posada esta hasta los topes de gente y no tenía sitio para nosotros y nosotros tampoco ganas de estar tan apretados con los parroquianos. Fuimos a otro restaurante que conocíamos pero estaba cerrado, así que seguimos hasta la localidad de Alpera y preguntando a un nativo nos indica un restaurante con garantía de buena comida.

-Muy bien, sí señor, dicen que “las penas, con pan, son menos penas”. Además había que celebrar un cumpleaños: el tuyo. Muy recomendable esa actitud.

-Llegamos al Merendero La Parrilla sobre las 13:30h y vemos el ambiente. Está lleno pero la distribución de las mesas guarda las distancias de seguridad por el covid con amplitud, y nos ponemos en una mesa libre que nos recomienda un encargado o camarero. La oferta de platos es abundante y todo elaborado a la brasa. Por último, la comida del Merendero la Parrilla de Alpera, cuyos productos a la brasa estaban de ‘toma pan y moja’. Nuestro ágape consistió: Al centro unas rodajas de alcachofas. Mamá un surtido de embutidos con guarnición y a mí me pusieron patas de cerdo y su guarnición. En resumen, comimos excelentemente y precio estupendo, en proporción con la calidad y elaboración del producto. Y ahora, chano chano, para casita a la que llegamos sobre las 17:00h. ¡Por fin pude soplar las velas en la cena! Y ahora Zumba, dame tu opinión sobre los múltiples acontecimientos desfavorables en contraposición con los favorables. ¿Cuál es el resultado final? ¿Debo recordar este viaje de cumpleaños como aciago?

-Bien, veamos Solo: Habéis tenido muy mala suerte con El Cañar, el alojamiento fue fallido, el tiempo fue ingrato, os tuvisteis que desplazar más de 30 kms para encontrar hotel, y tuvisteis un accidente con el coche por volver a Socovos. Sin embargo, alma mía, piensa en las cosas buenas que encontraste en este viaje. A ver, piensa un poco.

-Pues en verdad podría decir que nos hemos traído buenos momentos, como podría ser el haber conocido a Lola y familia de la que será difícil olvidarnos. Otro momento estupendo fue la cena en Restaurante La Pitrasica, al que nos gustaría volver. Buena gente y magnífica cocina. La siguiente y sin dudarlo fue el Hotel Primavera, bien atendidos y estancia corta pero muy agradable. Otra más sería la suerte que tuvimos en el accidente, pues salimos sin grandes daños e indemnes. Y en último lugar, la comida del Mesón La Parrilla de Alpera, ya referida  y que nos gustaría volver, al ser posible, con nuestros hijos y nieto y degustar su estupenda cocina, además de que está más cerca de Requena y no sería tan complicado.

-¿Tengo que hacerte yo el balance de pros y contras?

-No creo Zumba, voy viendo que existe una clara ventaja en los pros y que si pudiéramos sacar del balance el episodio del accidente sería aún mejor.

-Claro, pero eso estaba ahí y ocurrió, pero sí que pudo ser mucho peor tanto para vehículo como pasajeros. Así que como así sucedió, así se queda. En general hay que anotar un POSITIVO y con mayúsculas. Las experiencias, en la vida, son de todos los colores y en estos días, ahí tienes las tuyas.

 

Zumba y Solo se  fundieron en un tierno abrazo, y esperemos que los dioses bendigan por los siglos de los siglos.

 

En Requena a 20 de diciembre del año 2021.

 

LA NAVIDAD, LA FIESTA Y LA TELEVISIÓN

Llega el mes de diciembre y ya huele a Navidad; la calle se llena de rostros alegres y  sonrientes, bueno, lo de sonrientes no lo puedo saber por las mascarillas que la mayoría llevamos, pero el ambiente aparece de otros colores -será por las luces que adornan nuestras calles- y los villancicos que se oyen por allende no se sabe y que alguien debe cuidar de su difusión a través de la megafonía. Los comercios se llenan de parroquianos que buscan los regalos adecuados para cada uno de sus allegados y familiares, y que ávidamente se abalanzan sobre artículos como si no existiese el mañana. Además hay ofertones de los famosos días ‘negros’ y aprovecharemos para gastar todo lo que permita la tarjeta de crédito. Esto es lo que nos insinúa la tele machaconamente: “¡¡¡Compra, gasta, se feliz!!!”

Y obedecemos, y nos acordamos de nuestros familiares, de esos con los que no hablamos ni por teléfono desde hace un montón de tiempo, bueno, al menos unos once meses. Y el corazón henchido de felicidad provoca en nuestra aura una iluminación especial que se nota en nuestro rostro –al menos se imagina, por eso de la mascarilla- con cara de pánfilo. Saludamos a los que creemos nuestros vecinos y amablemente les deseamos un buen día y una feliz Navidad y tal y tal. (No son vecinos, son conocidos de la familia del 3º Derecha, que han venido a mostrar sus condolencias por el fallecimiento de la abuelita).

Y yo aquí pasando la tarde con la televisión frente a mí y una película tras otra de esas de moquero en mano y en la otra unas palomitas de microondas. Y entre los espacios –múltiples y prolongados ellos- publicitarios mi mente vuela sin alas por los jardines de la imaginación, divagando sobre lo fácil que lo tiene el Poder para aleccionarnos, encauzarnos, llevarnos por la vereda pretendida por Ellos; y nosotros, como hipnotizados borreguitos del Norit, allá que vamos tan contentos. Se reanuda la película y el guión se desarrolla mostrando lo buena gente que hay por el mundo, sin maldad ni malas intenciones, con un final que desborda los lagrimales, incluso de los más reticentes, zollipando y tosiendo por culpa de la palomita que se ha quedado detenida en el camino.

Pasado este mal trago, vuelvo a mis jardines pensando lo bien organizada que está la vida y con qué generosidad nos dirigen Aquellos dirigidores, sabios entre los sabios, que nos impiden que caigamos en las tentaciones… “¿Qué tentaciones, joer? Si no podemos ni levantar la cabeza”. “Y yo que sé, vaya usted a saber. A mí no me complique la vida.” Me contesto a mí mismo con un rictus que aparece en mi rostro sin apenas ensayar, algo así como si fuera de generación espontánea. Que no digo yo que no sea de generación espontánea, pero si afirmo rotundamente que de mi generación esto no es. Lo juro.

Que se me entienda o no, eso ya es otra película; yo si me entiendo, faltaría más. Si George Orwell levantara la cabeza…