ALGO HAY EN MI COLCHÓN.

No soy persona de mucho dormir; me he acostumbrado a madrugar durante toda mi vida, y ahora a la vejez seguía igual. Y he dicho “seguía” a propósito, porque ahora ya no. Antes, ya jubilado,  me despertaba temprano (como a las 06,00 aproximadamente) y casi nunca me podía volver a dormir dándole vueltas al coco -el coco malvado, no- sobre los proyectos del día o recientes acontecimientos, hasta que cerca de las 08:00 ya saltaba de la cama para iniciar mis actividades matutinas. Hasta que, por sugerencias de mi esposa, compramos un nuevo colchón, más moderno, más cómodo y con todas las bondades que el vendedor nos expuso.

Y llegó la maravilla de colchón a casa. Mi X (entiéndase la “X” como mi esposa) y yo, una vez asentado el colchón en su ubicación, anduvimos dándole vueltas a la cama y posando el culo en él para comprobar su elasticidad, confort y demás mandangas que nos habían vendido incluidas en el precio. ¡Una maravilla! Sólo de mirarlo daba sueño. Llegó la noche y la hora de comprobar la veracidad de sus cualidades; nos acostamos con una sonrisita de pavo cada uno y nos dormimos plácidamente sin tiempo de contar todas las ovejitas que teníamos al pie de la cama.

Así pasó la noche sin acontecimientos perturbadores de nuestro sueño, hasta que despierto, miro el reloj de la mesita y… ¡dios, son las 09:30h! No puede ser. Vuelvo a mirar el reloj comprobando que no me equivoqué. “¡Vaya, he dormido como una marmota!” Y además no he tenido que levantarme a media noche a hacer pis. La X sigue durmiendo como un tronco, igual que siempre, lo que no es nada extraño.

Y pasan los días y la historia se repite: unos días despierto a las 09:00, otros a las 09:30 y en más de una ocasión duermo hasta más de las 10:00. ¡Increíble! Pero cierto. Naturalmente esto me da mucho que pensar puesto que pasado un mes, las circunstancias siguen igual. ¿Cómo es posible?

 Después de reiteradas vueltas al meollo de la cuestión, he llegado a una conclusión –algo extraña, pero no imposible- que ahora, en breve, expongo. Estamos en unos tiempos que todo dios necesita vender; y vender mucho constantemente, superando cifras anteriores y que la rueda siga girando. El ídolo del gran mercado, alabado por el comercio y los consumidores en general impera en el mundo. «CONSUMIR». Y por ello, mi conclusión a la que he llegado es la que sigue: Estos colchones tan excelentes para el descanso que nos venden deben estar rociados con alguna sustancia que nos provocan un placentero sueño. Y surgen algunas preguntas, ¿cuánto durará su efecto? ¿se podrá recargar el colchón? ¿me quedaré dormido in saecula saecolurum? He preguntado al vendedor pero su respuesta ha sido bastante incongruente, acompañada por una risotada algo aviesa.  

¡Anda que! Así empieza el año con esta tontería que si fuera sopa nos la comeríamos a bocados.

Este es un homenaje a las teorías conspiratorias que ahora están tan de moda y que reúnen a tantos y  tantos gilipollas”.

Requena a 1 de enero de zweitausendzweiundzwanzig.